Marzo 2024 Artículo destacado

Elevando los Estándares

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Mi esposa me mima a mí y a nuestra familia. Cuando ella está en casa, nuestra casa está inmaculada. Bromeo con ella todo el tiempo diciendo que está tan ordenado y limpio, que me siento como si estuviera en un museo, y que está todo tan organizado que necesito una hoja de cálculo de Excel que pueda usar en mi computadora para buscar y saber dónde puedo encontrar todo.

Cuando ella está en casa, todo mundo sabe que los zapatos van en la canasta que está junto a la puerta cuando se entra, los juguetes permanecen en las áreas designadas de la casa, los envoltorios de comida son tirados al basurero, la tapadera del bote de lecha se vuelve a poner y se mete en el refrigerador, y todos los gabinetes y cajones se cierran.

Pero cuando ella no está en casa y papá está a cargo, ¡esa es una historia completamente diferente!

Ese fue el caso hace unas semanas cuando me ofrecí muy amablemente a quedarme en casa con nuestros tres hijos para que ella pudiera tener tiempo a solas para arreglarse las uñas (y para que papá pudiera acostarse en el sofá y ver baloncesto). Digamos que no pasó mucho tiempo para que los juguetes estuvieran por todas partes, la leche se bebiera de la caja, los zapatos estuvieran esparcidos y hubiera suficientes envoltorios de plástico de palomitas de maíz que parecía que un puesto de comida se había apoderado de la cocina.

Entonces llegó un mensaje de texto: "¡Estaré en casa en 15 minutos!"

Nunca me había levantado tan rápido en toda mi vida para reunir a toda la tropa. Fue como un incendio de cinco alarmas durante los siguientes 15 minutos mientras los cuatro colaborábamos para devolver el nido de mamá a la condición que debía estar. 

Lo que sucedió en ese momento es que se elevaron los estándares. Los estándares de papá son más bajos, MUCHO más bajos, y debido a eso, los comportamientos y acciones que siguieron reflejaron el nivel de expectativa. Pero cuando mamá estaba de camino a casa, los estándares se elevaron de inmediato y cada uno de nosotros respondió a la nueva expectativa que ahora teníamos.

Lo mismo nos sucede a cada uno de nosotros en nuestro caminar con Cristo y como líderes de la iglesia. En Lucas 9:57-62, Jesús eleva el estándar con respecto a lo que se necesita para seguirle. Su expectativa es mucho más alta de lo que nuestra cultura y expectativas religiosas pueden llevarnos a creer. Un hombre, probablemente un escriba rico que estaba acostumbrado a una vida cómoda, expresa que quiere seguir a Jesús a dondequiera que vaya. Jesús responde básicamente diciéndole que primero tiene que estar dispuesto a vivir como un nómada sin hogar para seguir a Jesús. No es que tenga que vivir de esta manera, pero al menos tiene que estar dispuesto a correr el riesgo de perderlo todo.

El siguiente hombre le dice a Jesús que lo seguirá, "pero primero" tiene que ir al funeral de su padre. Jesús sube la expectativa aún más grande con esto cuando responde: "Dejen que los muertos entierren a los muertos". ¿Se imagina si usted llama a su pastor un domingo por la mañana y le dice que usted sí quiere venir a servir, "pero primero" tiene que ir a estar con su familia porque su papá murió? ¿Qué esperaría que dijera su pastor? Si él le respondiera: "Deja que los muertos entierren a los muertos. Es mejor que lo vea a las 10 de la mañana", ¿cuál sería su respuesta? ¡Ese pastor probablemente sería despedido!

El tercer y último hombre en este pasaje también dice que seguirá a Jesús, "pero primero" quiere ir a despedirse de su familia, porque probablemente sabe cuánto han estado viajando por todas partes Jesús y sus discípulos, por lo que es probable que no va a ver a su familia por un tiempo. Parece una petición razonable, ¿verdad? Pero Jesús eleva las expectativas cuando le dice que cualquiera que comience el arduo trabajo de seguir a Jesús, pero se vuelva atrás para ver de dónde viene, no es apto para servir en el Reino de Dios.

Estas respuestas de Jesús podrían parecer duras y carentes de gracia. Pero el asunto no es el ser despiadado, sino el de ilustrar un punto: no hay nada más importante que seguir a Jesús y vivir en misión, y Él espera que cada uno de nosotros estemos dispuestos a renunciar a todo por Él y por seguirlo.

Luché con este pasaje y en confesión le pregunté al Padre: "¿Por qué no estoy siempre dispuesto a hacer esto, Señor?" Casi de inmediato sentí que el Espíritu susurraba: "Porque tú y tu religión están poniendo la medida. No me dejas a mí poner la medida".

Yo tengo muchos "pero antes" cuando se trata de seguir a Jesús personalmente. Mi iglesia local y la suya tendrán muchos "pero antes" cuando sentimos que el Espíritu nos desafía a perseguir agresivamente Su misión. Nuestra denominación también los tendrá.

"Algún día daré mis diezmos, pero antes déjeme pagar mis deudas y llevar a mis hijos a la escuela".

"Me disculparé y pediré perdón a aquellos a quienes he lastimado, pero antes déjeme ver si son lo suficientemente humildes como para que les importe o lo reciban".

"Nuestra iglesia plantará una iglesia algún día, pero antes debemos asegurarnos de tener suficiente dinero y voluntarios aquí antes de hacerlo".

"Nuestra iglesia apoyará las misiones y el ministerio compartido de nuestra denominación, pero antes tenemos que cuidar nuestro edificio".

"Compartiré mi fe y haré discípulos en el trabajo y en mi vecindario, pero antes necesito superar esta temporada ocupada de la vida".

"Algún día comenzaremos nuevas iglesias y distritos, y enviaremos nuevos misioneros en el futuro, pero antes tenemos que satisfacer todas las necesidades de las personas que ya tenemos".

La lista podría seguir y seguir. Y sigue y sigue porque estamos poniendo las expectativas de lo que creemos que es o debería esperarse de nosotros en lugar de dejar que Jesús ponga las expectativas de lo que Él espera de nosotros.

Al igual que mis hijos y yo ajustamos nuestros comportamientos y acciones al nivel de expectativa y responsabilidad a la que pronto íbamos a estar, cuando usted y yo y nuestras iglesias permitimos que lo que se espera de nosotros sea establecido por Jesús en lugar de que sea puesto por nuestra comodidad, tradición o preferencia, entonces podremos estar a la altura del desafío y la responsabilidad de la Gran Comisión.

Esta historia de los tres hombres de Lucas 9, que no estaban dispuestos a estar a la altura de las expectativas que Jesús puso, viene justo después de que otro grupo de seguidores, los 12 discípulos, completaron su primer viaje misionero y en el que literalmente se les exigió que dejaran todo atrás y confiaran en Él. ¿Cuál fue el resultado?

Fueron testigos de una multiplicación milagrosa. Esos 12 se convirtieron en al menos 72. Inmediatamente después de eso, fueron testigos de nuevo de una multiplicación milagrosa cuando Jesús tomó unos pocos pedazos de pan y pescado y alimentó a cerca de más de 15,000 a 20.000 personas (5,000 hombres más las mujeres y los niños). 

¿Qué preferiría usted experimentar al final? ¿De cuál grupo preferiría usted formar parte, de los tres que se perdieron porque pusieron su propia expectativa o los 12 que vieron la multiplicación milagrosa porque estuvieron a la altura de las expectativas radicales de Jesús?

Le reto a orar hoy y pedirle al Espíritu que le revele Su límite para usted y Sus expectativas para su iglesia y para nuestra Iglesia.

Subamos los estándares – juntos.

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